domingo, 4 de abril de 2010

Tournez, tournez...(2): Brugge!


Eran las 9 de la noche, Carrie abrió la puerta azul del edificio a Peter... y comenzaron a subir las escaleras de moqueta oscura y empinados escalones. Estaban cansados de sus respectivos días. Cuando llegaron al apartamento, Peter le preguntó, primero por Stefano que estaba ausente realizando un proyecto sobre el canal de Bruselas. Carrie puso cara de circunstancia mientras tecleaba algo rápido en el portátil y Peter se quitaba los zapatos.
- "¿Qué ocurre?" - preguntó él.
- Mañana tengo visita y me tocará ir de nuevo a esa ciudad que me sé de memoria, llamada Brujas, o Brugge en "angelainge".
La verdad, es que les resultaba pesado tener que ir siempre a la capital turística de Flandes cuando tenían algún amigo o familiar de visita. Pero la ciudad de cuento ofrecía muchas cosas... una de ellas, Carrie la había descubierto un año antes.
A los pocos días Stefan acompañó a Carrie y su amiga a Brujas. Stefan siempre tenía muchas cosas que hacer pero acababa enganchándose a cualquier plan de pendoneo. Peter se quedaba encerrado en su cueva, contento de tener una buena excusa para librarse de la excursión a flamenquilandia. Además, siempre acababa prefiriendo la auténtica Gante, frente a la un tanto artificial Brujas.
La cuestión, es que Peter podía imaginar todo lo que harían sus amigos en la ciudad flamenca: primero, al dejar atrás Bruselas, comenzar a ver las paradas e informaciones en los paneles del tren solo en flamenco. Luego, llegar a una estación de trenes totalmente patas arriba por las obras (como toda Bélgica, ellos todavía no pueden olvidar ese montón de arena en Bruselas, o las obras de más de un año en su calle) tras una hora de paisajes y casa adorables. Luego caminito al centro por el lago (Minnenswater) y sus jardines, foto aquí y allá, luego los cisnes y el Begijnhof, más fotos donde Carrie debía mostrar su mejor sonrisa, iglesia de Nuestra Señora, con la Madonna ("Madonna", diría Carrie "qué hago otra vez en Brugge"), Hospital Sint Jan, más canales (pero nada de ir en barquita, que es un timón y no hay que salirse del puño), la plaza principal, con esas fritteries que siempre hicieron pecar a Carrie y Peter (y Stefan arrastrado por ellos). Y todo este callejeo animado a rebosar de gente, siempre quedaba salpicado por las tiendas de punto y chocolaterías. Carrie tenía debilidad por uno de los máximos placeres de ofrecían estas tiendas donde el chocolate se servía en forma de violín, tetas, penes o bombones: las trufas blancas. Tanto era así, que cuando entraba a comprar un par de este dulce increíble, pensaba en el que había hecho un "enorme sacrificio" por no venir y le compraba un par. Pero incluso allí, conocían un lugar donde alejarse del bullicio, justo detrás del antiguo mercado de la seda, en pleno centro. Un café delicioso acompañado de un poco de bizcocho, hacían el resto para volver a ser completamente felices... Incluso si tocaba ir 500 veces más a esa mágica ciudad.
A la noche, Peter prefirió no preguntar cómo había ido el día, porque podía leer la cara de Carrie en plan "pufs... más de lo mismo, ni preguntes". Pero saboreó con deleite las trufas blancas que ella le había traído, quedándose, quizás, con lo más grande de Brujas. Cenaron, vieron el corazón, tomaron el té de rigor, y se despidieron hasta el día siguiente. Cuando Peter salió del edificio, le pareció ver una bolsa de basura caer del cielo... quizás estaba muy cansado!

domingo, 28 de marzo de 2010

Tournez, tournez...(1)


Hace un año que Carrie y Peter planearon un viaje a Amsterdam, que podía resultar maravilloso, o no tanto, dependiendo de si conseguían entradas para una Traviata con la Poplavskaia. Era domingo de Resurrección, y aunque se fueron sin desayunar, y ningún hombre les trajo una tarta de manzana holandesa ni un café, como le pasó a la abuelita que se quedó la primera en la cola de las taquillas, finalmente consiguieron dos entradas bastante baratas para aquel espectáculo, en la última fila del patio de butacas. Claro, que otro golpe de suerte estaba al caer, cuando una mujer les pidió cambiar las localidades... de la última fila, a la sexta! Y allí disfrutaron al máximo de esa operaza servida como debe ser... y posteriormente, después de tantas emociones, ya caída la noche, en esa bella ciudad con olor a porro, agua estancada y en efervescencia primaveral, discutieron. La razón: el guarreo, como nos tienen acostumbrados. Peter dice, que o guarrea todo el mundo o nadie, y no entiende por qué Carrie solo quiere guarrear si van a un Argentino a comer carnaza de esa que dan. Pero un hombre español les para en mitad de la discusión y les recomienda una pizzeria bien barata, pues debía ser del club del puño él también. Así que la pelea no fue a aguas mayores, y siguieron disfrutando de Amsterdam hasta el mediodía del día, cuando regresaron a su querida Bruselas a continuar la vida, Carrie en la locura principesca y Peter bajo su cueva con piano.



Había algo de especial en todo lo que sucedía en la capital de Europa durante esos días, semanas, meses, ese año. Los trabajos de Carrie, la araña bajando las escaleras en la residencia real, las audiciones de acompañamiento con sus grandes personajes de hoy y siempre, la familia drácula, dando juego, y el príncipe con entregas mil y una noches y el stress de Peter, que acabo llevándolo a urgencias muriendo del dolor de cabeza y acompañado por Carrie para obtener un "no tienes nada" de la gran enfermera que les atendió, obteniendo otro de los grandes capítulos vividos por la pareja perfecta. Hay frases que pasarán a la posteridad para ellos: "cámbiate de trabajo ya", "le gusta conducir", "jandicapados", "come bramate", "¿es broma?"... Las noches de té, nachos y buenas cenorras se sucedían con noches de locura operística, en las que conseguir entradas era imposible y la "soir" comenzaba a las 19'30h y ni ellos mismos saben cuando acababa... las dos rondas obligatorias subían el número de Duvel's a 6... con timo en el Pizza Hut incluido (hubiesen podido haber sacado una pizza todavía más pequeña?) o quiches en la perdida Arcadia de las galerías reales, próximas a la Monnaie. La cuestión es que las cantinelas, como Tournez, tournez... acababan sonando a la salida de un pub chungo... y el cuervo les esperaba al otro lado de la Bourse... y a veces, al día siguiente, resacosos, los príncipes llegaban tarde a la Catedral y descojonados a ver a un Peter muerto intentando cantar con su coro o intentaban suerte en la ópera en función de domingo a las 15h, como grandes macabros y después de una rápida pero eficiente sesión de jogging en Parc. ¿Se puede ser más feliz de lo que lo era esta pequeña familia en tierras belgas? Peter siempre fue un brujo sabio y bueno, que supo que por unos meses estarían cerca de él, viviendo, la reina y la princesa de su vida y de sus ojos, aunque pronto se marcharon y Peter, desolado, continuó su vida buscando un cambio, aunque no lo desease del todo... y después de muchos intentos, esfuerzo y trabajo, consiguió que Londres le espere con las puertas abiertas. Quién sabe si quizá se reencuentre allí pronto con Carrie, de nuevo...

continuará!