lunes, 7 de julio de 2008

Serenates musicals 08

La edición de este año de las "Serenates al claustre" ha culminado esta noche con el Orfeón Universitario de Valencia. Ha sido uno de los veranos que más he podido disfrutar de las mismas: de 8 conciertos, me he perdido solo 3. El inaugural fue una lástima no poder asistir, ya que tenía invitación para asistir al Elisir d'amore en Gandia, producción del taller de ópera del conservatorio superior de música de Valencia y en el cual participaban algunos amigos (estuvo realmente divertido); así que me perdí, el primer día de verano, el programa Bach con el Cor de la Generalitat y Collegium Instrumentale, dirigidos no más ni menos que por Helmut Rilling. Me dijeron que estuvo fantástico y que no cabía ni un alma más en el claustro de la universidad antigua.
El segundo concierto coincidió con otro acto también y con la semifinal del fútbol (lo que hay que leerme...) y no fui. Era el 26 de junio, la Orquesta de la Universidad. Y al día siguiente el grupo de percusión de la misma, que con un programa sin pausa, nos hicieron vibrar con todo tipo de instrumentos, incluso con una lamina metálica con el mapa de la comunidad valenciana (sí ese que collecinabas las fichas con relieve y las ibas colocando), cacerolas, el cuerpo... demostrando que cualquier objeto puede ser un instrumento de percusión. A resaltar las obras "Tercera construcción" de John Cage y "Mitos Brasileiros" de Ney Rosauro. Y para finalizar ese fin de semana de música, el pianista Josep-Maria Balanyà, realizó una performance el sábado 27, donde además de destrozar el piano por todas partes y a todos los niveles (en el programa decía que el piano no sufría ningún daño, pero lo dudo), también tocó a la vez una máquina de escribir, se comió un plátano, gritó, y hasta le hizo una paja al piano... El espectáculo por el espectáculo estuvo servido, la gente iba abandonando el recinto por goteo. Todo lo que hizo ya estaba visto. Es tipo Carles Santos pero este tiene las cosas más claras y dónde está el límite o no, pero lo tiene claro. Lo único que me gustó fue el escuchar la masa sonora del piano a tope en los momentos que bajaba las teclas con el brazo entero, y percibir los armónicos. Lo demás me puso de mala leche y me llegó a agobiar.



Tras la pausa de varios días de desintoxicación universitaria, y donde pude disfrutar unas horas del sonido del agua, en Casas del Río, y de los rodeos de su noria. Donde ensayar los grandes hits de Alaska con el Singstar, bañarse en las aguas claras del Cabriel. Tocó el viernes 4 de julio el turno de María José Martos, acompañado del piano tan español de Marisa Blanes. No estuvo mal, la Martos me pareció que tenía la voz mejor que hace algunos años (cuando la vi en Don Giovanni en el Moma), cosa por la cual me alegro. Los agudos sonaron bastante redondos, no ocurriendo lo mismo en el registro medio-grave de la soprano valenciana. Marisa Blanes acompañó con personalidad, aunque quedaba desbordada por lo exagerado en su toque. Dieron un programa todo de canción española (y algo de catalana), cuyo lenguaje las dos dominan sobradamente, aunque en algunos momentos faltara más magia para decir y contar la historia. No comprendí el cambio de orden de la selección de canciones de los diversos ciclos que hicieron, ni los bises de Puccini, que no pegaban nada ("Quando m'en vo" y "O mio babbino caro"). El sábado 4 de julio, le tocó el turno a Capella de Ministrers, con la colaboración de la mezzo Pilar Esteban. Nos trasladaron a la época medieval, con una selección de Trobadores de la Corona d'Aragó, en un programa titulado "Amors e Cansó". Fue una maravilla, los cuatro componentes de Capella, dirigidos por Carles Magraner, y Pilar, que reaparece con su adecuadísima voz para este tipo de repertorio: transparente, pequeña, libre, fresca. Hicieron que viviera una hora larga en el siglo XII y que por ejemplo, el sonido de un avión que pasaba por el cielo me trajera repentinamente al siglo XXI. Y esta noche finalizó el festival con el Orfeón Universitario de Valencia, que, aunque algo apurado en algunas piezas de la Polifonía sacra que se incluían en la primera parte, han redondeado un concierto de muy buen nivel con una segunda parte impresionante, con espirituales y música floklórica hispanoamericana: ha sido entonces cuando el orfeón ha tomado su cuerpo habitual y su grandeza. Se nota la buena y nueva mano de su director actual, Constantino Martínez Orts, en aspectos como el fraseo y el empaste. Bravo!


Conclusión: una edición para recordar, con un verano de noches refrescantes a la luz de las estrellas en el maravilloso claustro del edificio histórico de la universidad de Valencia, un marco incomparable...y que sea por muchos años. Mañana jazz gratis en los jardines del Palau de la Música, otra de las citas obligadas del verano valenciano. Y por supuesto, la Feria de Julio, recien arrancada.