lunes, 21 de enero de 2008

La Cenerentola: una funciòn no redonda


Día 18 de enero de 2008, Aeropuerto del Prat, 18 grados en Barcelona, maravilloso sol de las 17h de la tarde, tomo tierra, el mar a mi izquierda, azul, limpio...querido Mediterráneo. Llego con 20 minutos de antelación. Cojo el bus, dejo las maletas en casa de Félix y me dirijo al Café de la ópera, donde me encuentro con Nores y Carmina, tomamos un café rápido y nos dirigimos al Gran Teatre del Liceu, a ver Cenerentola.

Función algo fallida. Anuncian por megafonía que la mezzosoprano Joyce DiDonato...sufre una afección vocal, pero pese a todo cantará la última función del primer reparto. Ella estuvo sublime (menos mal que estaba mal de voz), cantó con gusto exquisito y se metió de pleno en el personaje de Angelina. Las hermanastras, interpretadas por Cristina Obregón e Itxaro Mentxaka cumplieron vocalmente e interpretaron sus papeles excepcionalmente sobre la escena, siendo una fuente continua de diversión y gracia toda la noche. Más que correcto el Alidoro de Simón Orfila, aunque no llegué a entender los vítores tan exagerados que el público le brindó después de su aria. Muy bien David Menéndez como Dandini, quizás con una técnica un tanto brusca, con un sonido a veces excesivamente agresivo. El Don Magnifico de Alfonso Antoniozzi fue, desde mi punto de vista, pésimo. Excelente Juan Diego Flórez durante toda la ópera, aunque me faltó más chicha en su aria, en la cual parecía reservarse.

La puesta en escena de Els Comediants muy colorista aunque algo estática. Buen detalle en general el de las graciosas ratas (personas disfrazadas de ratas) y muy bien solventada la escena de la tormenta, el toqué escénico que más me agradó. La dirección musical algo sosa y con tiempos algo rápidos y algunos desajustes imperdonables en una última función. La orquesta un poco pasota en general (tocamos porque vamos a cobrar).

En definitiva, no estuvo mal, pero podría haberse conseguido un nivel muy superior, especialmente en el primer acto, donde aquellùo no despegó en casi ningún momento. UN placer volver a ver a viejos y nuevos amigos en el descanso. Ahora, a disfrutar de Giulio Cesare en la Monnaie.

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